Unos pinchos copiosos y exquisitos…
Ambiente de camaradería, besos y abrazos a todo aquél que te cruzas.
Alguna que otra huída o hacer como que no te has visto (los menos, pero alguno hay que no se mira ni se saluda ni siquiera hoy, que las rencillas entre abogados son muy jodidas…).
Todo eso y alguna cosa más ha sido para mi San Raimundo de Peñafort este año.
Supongo que dicho esto no habrá que aclarar que San Raimundo de Peñafort es el patrón de lxs abogadxs y que todos los años nuestro colegio tira la casa por la ventana organizando su festividad.
Cuando digo que San Raimundo es alguna cosa más es porque no se queda en el ambiente festivo y en el «¿Vas esta noche a la cena?» seguido de una sonrisa o carita de pena dependiendo de la respuesta del interlocutor.
San Raimundo no sólo es la única ocasión en el año en el que nos encontramos todas las jurisdicciones, todas las edades y todas las maneras de ejercer la abogacía sin toga.
Ese día únicamente somos compañerxs a los que nos apetece vernos, charlar de nuestra vida personal y echarnos alguna que otra risa.
Pero, también, San Raimundo es el momento en el que lxs abogadxs mostramos al mundo que aún somos una profesión rancia.
Tenemos tradiciones rancias que pueden llamar la atención e incluso generar el rechazo de la sociedad en general y de algún/na abogadx joven en particular:
La imagen de los jefes policiales vestidos de gala a la mesa conversando con quien fuera decano durante varias décadas mientras el alcalde salía del lugar en honor de multitudes tras sacarse la foto de rigor.
Antes el coro cantó «Gaudeamus igitur».
Desde luego todas esas imágenes me chirriaron y me parecieron más propias de una peli de Berlanga que del Vigo actual.
Sólo nos faltaban el cura y boticario para hacer pleno.
Así nunca nos sacaremos la mala fama y nunca nos verán los demás como gente normal y corriente, como lo que somos: simplemente profesionales, técnicxs del Derecho que intentan con su trabajo la defensa de los intereses y derechos de sus clientes.
No somos una casta ni nada que se le parezca.
¿Por qué en pleno siglo XXI seguimos intentando parecerlo?
Luego está la entrega de las insignias de oro a los 40 años de ejercicio, acto solemne donde los haya.
Que entiendo que a uno cuando lleva 40 años trabajando en esto lo mínimo es que le hagan un homenaje, qué menos, pero igual lo de entregarle un pin, por muy de oro que sea, se queda corto, que igual lo que debería es salir la decana y decirle a todxs lo agraciadxs que por fin van a poder dejar de currar y dedicarse a vivir sin más, sin preocuparse de tener suficiente peculio para sobrevivir en los años venideros o, como mínimo, regalarles unas vacaciones con todos los gastos pagados (esto último del fin de semana de spa de regalo no se me ha ocurrido a mi, sino a un compañero de esos con los que hoy he charlado y reído, pero hago mía la idea porque no puedo estar más de acuerdo). Seguro que con lo que nos ahorramos de financiar todo el año los ensayos y demás cuestiones del coro para que luzcan ese día y nos canten el «Gaudeamus igitur» podríamos regalarles con nuestra cuotas unas vacaciones pagadas o algo que disfrutasen más que un pin. Lo de asegurarles una jubilación dorada ya me parece un exceso, pero al menos un fin de semana de spa o algo…
Además yo dejaría el «Gaudeamus igitur» para las graduaciones estudiantiles y pondría de banda sonora de la celebración de los 40 años de ejercicio la música de «Rocky» con la imagen de fondo de Stallone subiendo las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, que me parece mucho más acorde a la hazaña épica que supone ser abogadx durante 40 años sin volverse locx.
A todo esto y después de este rollo, una reflexión profunda: Igual algún año de estos no estaría mal que alguien nos explicase quién rayos fue el tal San Raimundo porque después de llevar vinculada al Derecho desde 1994 sigo sin saber quien fue ese señor, más allá de ser aquél en honor al que en la facultad te libras de un día de clase y en el ejercicio profesional te financia el colectivo una juerga. Deberes para hoy: buscarlo en la wikipedia.
Y aquí tengo que dejar mi reflexión sobre San Raimundo porque como yo soy de las que se va a perder la cena+borrachera subvencionada por el Colegio esta noche mi contribución acaba aquí y ahora. Pasadlo muy bien compañeirxs del metal en el Club de Campo y recordad aquel Principio General de Derecho que dice: «lo que pasa en San Raimundo, se queda en San Raimundo…»