Mi entrada del blog profesional resultó ser más polémica de lo esperado.
Ha habido quien ha entendido lo contrario a lo que había en mi cabeza, así que creo necesaria esta entrada como aclaración.
Cuando escribí la entrada estaba cabreada y mi cabreo venía de un artículo que vi en Twitter.
Mi cabreo venía del hecho de que se aborde siempre el machismo desde la maternidad.
Me parece una tomadura de pelo para las mujeres que no son madres o que, como yo, son mujeres a las que su maternidad en nada afecta a su personalidad ni a su productividad, y una trampa mortal para todas aquéllas que se sienten toda la vida culpables por ser madres y profesionales (algunas por la sensación de abandono de sus hijos y otras por lo contrario, por la sensación de que han tirado a la basura su carrera profesional por querer ser madres).
No quiero ser cómplice ni un minuto más de este engaño permanente de identificar falta de oportunidades y maternidad, así que os contaré mi experiencia personal de manera simple, sencilla y obviando que soy madre:
Escena 1:
Llega a un despacho de abogados una mujer hecha y derecha (27 años e independizada de sus padres) que nunca se había sentido diferente por ser mujer (en el instituto, en la facultad, entre sus amigos, sus parejas sólo habían valorado hasta entonces sus méritos académicos y sus valores como persona.
Ser mujer para ella hasta entonces sólo significaba tener vagina y tetas frente a pene y testículos, nada más).
Escena 2:
Desde el día siguiente a su licenciatura le plantan delante un expediente y le dicen estudia la defensa y redacta una contestación.
Ese primer pleito lo gana contra un abogadO con años de experiencia simplemente porque se estudia el asunto como dios manda.
Escena 3:
Se dan cuenta de que vale.
Casi desde el principio, en ese despacho, es tratada como una compañera más, no como una pasante.
Escena 4:
De repente empieza a tener que negociar temas con abogadOs contrarios y de repente se siente diferente por el hecho de ser mujer.
Espera que esos abogadOs contrarios la traten como sus compañeros de despacho, pero no es así.
Esos abogadOs contrarios bien la tratan con paternalismo (aquel «neniña» deja que te explique como va esto que no creo haber oído yo sola), bien le tiran los trastos (aquí cada cual tiene su método: desde el tonteo idiota por teléfono hasta el ofrecerte un acuerdo mientras te miran el escote en el baile de San Raimundo y el lunes no se acuerdan de ello). Lo triste es que parece ser que para esos hombres eso es lo habitual, lo normal.
Esa mujer hecha y derecha con conocimientos jurídicos se convierte en una mezcla de carne joven apetecible y niña pasante necesitada de consejo del abogadO contrario.
De golpe esa persona es consciente que ser mujer u hombre es algo más que tener pene o vagina. De golpe esa mujer siente el machismo en sus carnes.
Escena 5:
Esta sensación no la tiene en el Juzgado de lo Social.
Allí las mujeres son apreciadas per se y tratadas como uno más, tampoco cuando trata con compañeros que previamente habían sido sus compañeros de clase en la facultad o instituto.
Éstas son durante algunos años las únicas excepciones.
Escena 6:
Abogada ya experimentada que es respetada y tratada como uno más por sus compañeros de profesión.
Entonces llega el cliente que le dice en confianza que le gusta su trabajo, pero antes de verla trabajar no le daba confianza que fuese ella la encargada de su asunto, sólo por su aspecto. De repente un cliente de toda la vida se echa un colega de padel abogadO, cuyo único mérito con el cliente es que juega al padel con él y viene recomendado por no sé quién, y ese abogadO recién llegado al partido judicial, que no tiene puñetera idea de como funciona el cliente en cuestión empieza a supervisar su trabajo sin el más mínimo pudor, sin tener el más mínimo respeto a la valía profesional de la abogadA que tiene enfrente. Y esa mujer hecha y derecha que además ahora ya era una abogada respetada por sus compañeros en general vuelve a sentir el machismo en sus carnes.
Escena 7:
El influencer.
Compañeros que la veían como una compañera de repente la tratan como la novia de… No hace falta decir más. Adía de hoy y sin que «el influencer» siga siendo su novio, compañeros de plaza tratan más con el influencer que con ella. Ahí lo dejo…
Creo que en todo esto que cuento no es un dato importante que sea madre o no lo sea, precisamente porque mientras estuve casada los roles tradicionales en mi casa estaban cambiados y era el hombre quien más limpiaba, quien se ocupaba de los niños cada tarde y cada noche; un hombre que a lo único que se negó fue a aprender a cocinar porque me decía que para una cosa que hacía yo… En mi casa, con mis hijos y en mi maternidad no sentí el machismo. En mi despacho donde no estaban mis hijos, de cuya existencia no eran conocedores la mayoría de esos compañeros o clientes que eran machistas conmigo, sí sentía el machismo en mis carnes.