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REFLEXIONES DE UNA ABOGADA ANALÓGICA

Soy una abogada criada en la vieja escuela, del paleolítico.

No hice Máster.

Mi formación en la profesión fue la tradicional:

. Entré en un despacho cuando todavía estudiaba y de repente me pusieron en la mesa un expediente y me dijeron: «Haz una demanda»;

. me fijé en lo que hacían los de alrededor, quienes además revisaban todos mis escritos hasta que me vieron lo suficientemente madura;

. fui a ver juicios de los abogados veteranos antes de mi primer juicio e incluso después, una temporadita;

. me colegié y, de repente, era abogada por arte de virlevirloque.

Mi formación deontológica fue la más estricta: Me enseñaron qué no se debe hacer a un compañero, ni a los clientes. Por las malas aprendí a hacer listas negras de compañeros que no eran tan estrictos con la deontología …

Soy hija de aquéllo de que «los abogados somos lobos entre nosotros» y había que llevar de todo, no fuera a ser que perdieras alguna oportunidad de negocio.

La primera vez que encendí un ordenador en mi vida fue también la primera vez que me pusieron un expediente encima de la mesa y me dijeron aquello de «haz una demanda».

Mi primera consulta de bases de datos fue en dvd, cuando aún había que ir, a veces, a consultar el Aranzadi en papel al Colegio de Abogados.

Cuando yo empecé no había ni programas de gestión más allá de una excel para que os hagáis una idea de lo diferente que era todo o quizá no…

A mi me inculcaron en ese primer momento que los abogados éramos gente seria, que tenía que tratar de manera seria a sus clientes, que cuanta más apariencia destilara el despacho más clientes ibas a tener y más te iban a respetar como profesional.

Y, de repente, allá a finales de 2014, se me dio por entrar en la Agrupación de Avogados Novos de Vigo. A los pocos meses, la agrupación organizó el I CONGRESO DE PRIMAVERA, y de golpe mi vida cambió.

Me empecé a replantear todo lo que me había dicho de la profesión, a excepción de la deontología, y comenzó un evolución constante en mi manera de trabajar, de sentir la profesión, que me ha traído hasta aquí.

El primer cambio fue dejar de ver esta profesión con naftalina.

Y todo gracias a empezar a escuchar charlas de marketing, de transformación digital y de moderneces por el estilo.

No os equivoquéis, por entonces ya me había gastado una pasta en un programa de gestión estupendo y pagaba religiosamente mi cuota de adscripción a una base de datos de legislación y jurisprudencia online, que no soy tan vieja…

Pero sí que dejé de verlo todo desde el traje, desde la apariencia del despacho, y a centrarme en el servicio al cliente carente de lujeríos.

El segundo gran cambio fue empezar a buscar que me gustase mi trabajo.

Gracias a conocer algunos compañeros que ya lo hacían, descubrí que ahí era dónde iba a estar mi camino, mi felicidad. Y me miré a mi misma, vi que quería hacer y me armé de valor.

Pero el gran cambio, el mayor de todos, fue pasar de ver a los abogados como lobos y empezar a verlos como compañeros.

Y eso se lo debo a los maravillosos compañeros que me he encontrado desde entonces. A algunos los conocí personalmente en toda esa vorágine de eventos y congresos a los que empecé a ir, con otros no he pasado de twitter, pero todos ellos me han cambiado la vieja visión de la abogacía.

Más allá de haber aprendido de ellos de tecnología y nuevas maneras de ejercer, cuestiones que eran totalmente desconocidas para mi, me han demostrado que entre nosotros podemos ayudarnos, podemos pasarnos asuntos sin miedo a que nos roben al cliente… Es más, que son ellos quienes me pasarán casos nuevos o con quienes llevar casos a medias, sin nada que temer.

Podría citar a muchos, pero me quedaré sólo con aquéllos con los que he intimado, bien sea en el mundo real, bien sea por twitter: No Legal Tech al completo (en especial las féminas, Bárbara y María), todos los miembros de Avogados Novos (que son muchos y me iba a olvidar de alguno, pero Dani Leyte merece especial atención por las cañas), Paloma Llaneza, Aurelio y Susana, los Raúles, Alfredo Herranz, Mariel, Sonsoles, Lourdes Nistal, Noa o Eduardo son ejemplos de ello. Pero, sobretodo, he de citar a un gran descubrimiento que no sólo ha dibujado la portada de esta entrada, sino que la ha inspirado. Mare eres un amor.

*Fernandita, tú eres un caso aparte porque llevas ahí desde siempre, pero te nombraré para que no te celes en el caso de leer esto, cosa que dudo, que lo de los blogs y demás sigue sin irte…

Aquí os dejo un ejemplo práctico de lo que os hablo:

https://twitter.com/mariamarinhocal/status/1098566238966558720?s=19

 

Para terminar esta entrada, tomando como inspiración las gratas experiencias y los buenos recuerdos que me han dejado estos años, tengo que hacer la siguiente reflexión, que me gustaría sirviera a los recién incorporados a la profesión, pero también a las viejas glorias:

En estos momentos en los que parece que la mitad de los abogados nos iremos a la mierda, la superviviencia depende no sólo de nuestra capacidad de reinventarnos en la manera de dar servicio al cliente, sino también, y sobretodo, en nuestra capacidad de colaborar entre nosotros… porque creo que en el fondo la mayoría de los abogados siguen siendo lobos y si no cambiamos eso, nos terminaremos extinguiendo todos.